EDFU Y KOM OMBO


 Miércoles 23 de octubre

Así que nos citamos en la recepción del barco a las 5 de la mañana, noche cerrada aún y partimos sin desayunar. A la salida tomamos una calesa que nos estaba ya esperando y solitos nos dirigimos al trote al cercano templo de Efdu a donde llegamos media hora después. Estaba cerrado así que nos sentamos a la entrada en un banco, saqué unas galletas y dimos cuenta de ellas entre los tres. 

Cinco minutos antes de su apertura a las 6, nos agolpamos a la entrada. Éramos los primeros pero un pequeño grupo de franceses intentó  colarse pero  Admed llamó la atención al guía de ese grupo. Cuando abrieron las puertas....¡a correr! si queríamos fotografiarnos casi solos. Y lo conseguimos. Angel hasta se mosqueo con un gabacho que corría y se ponía delante para sacar sus fotos fastidiándonos las nuestras.

Impresionante este lugar, sobre todo la vista que se tiene de los inmensos pilonos  de entrada al templo desde la explanada que con sus  36x74m  tan sólo es superado por el de Karnak  y que nosotros disfrutamos en soledad aunque con la escasa luz del amanecer. Lamentablemente yo me estaba acostumbrando a estas maravillosas construcciones, a verlas como algo normal en vez de contemplarlas como lo que realmente eran, una obra magnífica, impresionante que hablaba de la grandeza de quien ordenó construirla y del arte y delicadeza de quienes participaron en su construcción y que ha perdurado a través de miles de años, porque  aquí no hablábamos de siglos, como en Europa, aquí era de  5000 años, como si no tuviera importancia.

Su buen estado de conservación se debe a que estuvo enterrado 12 metros bajo la arena del desierto y capas de lodo depositadas por el Nilo hasta  que un egiptólogo francés lo desenterró en el año 1860. Los habitantes del lugar construyeron casas en el terreno del templo. Actualmente, Edfu está casi intacto y es el ejemplo mejor conservado de un templo del Antiguo Egipto.

 Está dedicado al Dios Horus y representa la típica construcción de los templos con el pilono, el patio, dos salas hipóstilas, una cámara de ofrendas, la sala central y el santuario con su  característica iluminación con habitaciones cada vez más pequeñas que impedían el paso de la luz gradualmente hasta llegar al oscuro santuario, que recibe la iluminación sólo desde el eje. Entre las columnas y en el techo existen pequeñas aberturas que permitían el paso de la luz a determinadas habitaciones. Está orientado al sur, de forma inusual, posiblemente debido a la propia naturaleza de la zona.

El patio es muy espacioso y contiene columnas a los lados.

En la entrada a la sala hipóstila se encuentra la estatua de Horus con doble corona y de nuevo en la sala hipóstila que es la parte más antigua del templo, encontramos  doce inmensas columnas decoradas con formas vegetales en su parte inferior. Tras esa sala se encuentra la cámara de las ofrendas comunicada con las terrazas a través de una escalera.

Terminamos en el santuario donde se encontraba la barca sagrada y el monolito de granito que albergaba la imagen de oro del dios Horus.

La anécdota en su interior la protagonizó  un grabado muy similar si no el mismo, que el  símbolo del “wifi” que nos destacó Admed en uno de los muros.

Y conseguimos los primeros minutos casi en solitario. Pero en muy  poco tiempo aquello comenzó a llenarse y cuando salimos  del templo una masa de gente comenzaba a invadir la gran explanada de la entrada contaminando con sus colores y movimiento este sagrado lugar

Nos dirigimos a nuestra calesa para regresar al barco. Masas y masas de turistas lo llenaban todo y parecía algo caótico. Intenté subir al pescante junto al conductor pero Admed me dijo que no estaban permitidas mujeres. Me pareció algo tan arcaico que me costó procesarlo, pero Admed me dijo que se había caído una turista, mujer, y era la excusa ideal para establecer una prohibición precisamente para las mujeres. ¡Anda que no habrá habido accidentes con hombres! Yo creo que disfrutan con estas cosas. Así que no tuve más remedio que resignarme por ridícula que me pareciera.

Nuestro joven conductor azuzaba al caballo para que corriera. Veíamos calesas al galope y es que Admed nos dijo que tenían una especie de “exclusividad” para transportar a los turistas desde los barcos al templo y que no había suficientes calesas para todos por lo que debían hacer varios viajes.  Y claro, a más viajes, más dinero, y velocidad y número de viajes son directamente proporcionales, así que pegaban a los caballos.   Yo… no me pude resistir y  le dije a Admed que por favor le dijera a nuestro conductor que no golpeara al caballo y en un momento determinado tuve el impulso de sujetarle la mano, pero lo vencí. Admed me dijo que estábamos en Egipto y que el país era así, y que de un caballo comía una familia aunque añadió que ganaban dinero a lo que yo respondí que entonces se podían preocupar de cuidar bien a sus animales. Irónicamente me dijo que la próxima vez que hablara con el Primer Ministro, se lo diría.

Y  en poco tiempo descendíamos de nuestra calesa para embarcar. Allí hacían cola los  turistas más perezosos a que llegara una para poder trasladarse a visitar el templo. Al entrar en nuestra motonave entregamos unas tarjetitas que nos habían dado al salir. Esta era la manera de saber que todos los que habían desembarcado, habían regresado y no se dejaban ninguno fuera.

Nosotros llegamos a tiempo de tomar nuestro desayuno, solos en el comedor. Así lo había planificado Admed. Y habíamos hecho ganas así que fue un desayuno más suculento de lo habitual.  

Una vez todos a bordo partimos Nilo arriba. Los paisajes seguían siendo de cuento de las mil y una noche: el agua rodeaba todo, lo llenaba reflejando la intensa luz del sol,  riberas verdes fértiles, ganado pastando, burros, bueyes de agua sumergidos en las aguas del Nilo hasta la cabeza,  labradores labrando la tierra, casitas...una delicia. Nos cruzamos con falucas, algunas sencillas, y otras que parecían ser propiedad de alguien adinerado.

En un momento determinado vinos lo que Admed nos dijo que era una cantera, ya que se veían paredes de piedra con un corte recto y limpio y lo que parecía algún templo.

La vida a bordo era muy tranquila, comer, darse un baño, sentarse en la cubierta a observar como pasaban las orillas, bajar al camarote a descansar, etc.

Un poco antes del atardecer desembarcamos en Kom Ombo. Desde aquí pudimos ir andando desde el embarcadero hasta el templo. Las luces doradas bañaban los muros del templo destacando aun más su color.

Levantado durante el reinado de la Dinastía Ptolemaica su construcción es única debido a su diseño doble, lo que significa que había accesos, patios, salas, capillas y santuarios duplicados para dos dioses: Sobek y Haroeris. El lado izquierdo consagrado a la tríada de Sobek, el dios cocodrilo; y el sector derecho, en honor de la tríada de su hermano Horus, el dios halcón.

En la parte exterior encontramos un soberbio relieve que muestra al dios Imhotep con el instrumental médico de la época y diversos textos sobre el arte de la medicina como una receta escrita en sus muros.

Es sorprendente comprobar que los instrumentos médicos de la época son muy similares a los que se usan hoy día: cucharas, forceps o escarpelos así como amuletos curativos, como los ojos udjat. Y 3.000 años nos separan.



Este pequeño y coqueto templo tiene además dos curiosidades más, una de ellas el baño de Cleopatra, una bañera de piedra que aún se conserva y otra a mi juicio más interesante, un “nilómetro” que servía para medir las crecidas del Nilo. Su importancia radica en que la crecida del Nilo estaba relacionada con la riqueza de las cosechas y en función de esto se pagaba los impuestos.

Después de visitar el templo entramos en un edifico pequeño que albergaba una pequeña colección de momias de cocodrilos.

Añadir lo que ya a partir de ahora sería la normalidad: compartir nuestra visita con muchos muchos turistas.

Y puesto ya el sol y terminada nuestra visita, regresamos a nuestra motonave que puso rumbo hacia Assuán donde desembarcaríamos para ir a visitar Abu Simbel.

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