ABYDOS Y DENDERA

Hacia el Norte de Luxor. Abydos y Déndera, domingo 20 de octubre


Al día siguiente, media hora antes de la hora programada en nuestro Smartphone estábamos despiertos y un poco después comenzamos a movernos. Al rato sonó el teléfono de la habitación.  Admed no debió de fiarse mucho, lo que nos pareció bien y debió de pedirlo en la recepción. 

Desde la terraza de la habitación observamos como los globos despegaban hacia el cielo y como las llamas iluminaban su interior elevándolos lentamente con el amanecer. Un hermoso espectáculo para comenzar el día. Si ahora no íbamos a disfrutar de esta experiencia posiblemente lo podríamos hacer en un futuro, por ejemplo sobre la Capadoccia que aún no habíamos visitado.

Preparamos nuestros trastos, tomamos un suculento desayuno y a la hora convenida nos recogió Admed. Esta vez en un turismo que llenamos cuatro personas: conductor, guía y los “dos españoles”, ponendo rumbo norte hacia lo que sería nuestra primera parada. Abydos.

El viaje nos llevaría unas tres o cuatro horas a través del desierto y de polvorientos pueblecitos regados por canales del Nilo. Años atrás al parecer se formaba un convoy  de autocares y turismos escoltado por el ejército pero ahora ya no era así  y la escolta había sido sustituida por  innumerables controles tanto de policía como del ejército  que jalonaron nuestro recorrido y lo enlentecieron ya que en todos había que parar y mostrar los papeles.  Según Admed y resumiendo, el control consistía en decir “dos españoles entran y van Abydos”.  Me aburrí de contarlos y alguno de los controles parecían ocupados por  y, espero no ofender a nadie, “el ejército de Pancho Villa”: camisas con algún lamparón  que  otro, pistolas sujetas  con el cinturón en la parte trasera del pantalón, camisas fuera de los pantalones. No quiero decir que esto fuera lo habitual, pero sí lo pudimos observar y es que esto nos llamó la atención  por el fuerte contraste con nuestro ejército.

También pudimos ver una garita vacía con el fusil apoyado en la pared...en fin, estábamos en Egipto.

Atravesamos una vasta llanura desértica y Admed nos dijo que había mucha agua subterránea y que cualquier cosa que se plantara en este lugar tan seco e inhóspito crecería, que el Nilo y sus tierras eran generosas. Vimos mucho cultivo de sorgo para alimentación de animales y donde estaban regando sacaban el agua con motores y el caño tenía un diámetro considerable. Yo le dije a Admed que necesitaba tocar, acercarme a ver que era ese curioso cereal que no había visto nunca y que  mis ojos estaban también en mis manos, así que cuando él viera que era posible que lo hiciera. Y cumplió mi deseo en un pueblín aunque hizo que el conductor nos acompañara y era solo al otro lado de la carretera. Parecía un padre.

Y es que tengo que añadir que aparte de la sabiduría que parecía contener Admed, era una persona muy responsable que cuidaba todos los detalles, hasta su ropa ya que decía que él era la imagen del país. Se llegó incluso a enfadar al mancharse una manga de su camisa. Hablaba varios idiomas, además del español, y leía los jeroglíficos a la perfección. Nos comentó que en sus “tiempos” acceder a esta profesión era muy difícil por el nivel de exigencia.  Formaba a nuevos guías y era una persona muy conocida a quien la mayoría de los guías saludaban al cruzarse con él. Además su presencia física era imponente: grande, de piel oscura y con un peculiar bastón que le ayudaba en sus desplazamientos. Nunca se mostró perezoso, siempre estaba atento, parecía no cansarse nunca y respondía a mis “interrogatorios” con paciencia. Esos sí, cuando se enfadaba, imponía y si yo al principio me mostré reacia cuando me dijo que tenía que obedecerle, con su profesionalidad me demostró  que no le faltaba razón y que sus decisiones fueron casi todas, si no todas, acertadas consiguiendo que disfrutáramos de nuestro viaje en todos los sentidos.

Y en el último control estuvimos mucho tiempo esperando. Le pregunté y me dijo que estábamos esperando escolta militar, un motorista, pero no llegaba, así que afortunadamente nos dieron paso. Este último tramo estaba jalonado de innumerables badenes y el coche era muy bajo por lo que rozamos varias veces y la única manera de evitarlo fue casi parándonos y tomándolos en diagonal.

Así llegamos a Abydos, al templo de Seti I. Dejamos el coche en un secarral sin sombra alguna y atravesamos también una enorme explanada desangelada, donde el sol castigaba con mucha luz y calor. Me había llevado un curioso sombrero de papel, sí de papel, aunque no lo parecía y que había comprado en el mercadillo por el irrisorio precio de 2 euros. Tenía la ventaja de poderse enrollar y plegar pero además creo que sin él todo habría sido mucho menos soportable ya que a pesar de las gafas de sol este astro se mostraba implacable y  me deslumbraba.

Comenzado por Seti I y finalizado por su hijo, Ramses II, Abydos era el sitio principal de la adoración de Osiris, señor del mundo terrenal. Según la mitología egipcia, fue en Abydos donde Isis encontró la cabeza de Osiris, quien había sido descuartizado por su hermano Seth. Por eso se convirtió en una ciudad sagrada y se erigieron diversos templos. Osiris, Isis, y su hijo Horus fueron las figuras fundamentales en la religión de Egipto antiguo, parte del grupo de “dioses y semidioses” que gobernaron Egipto antes de la primera Dinastía,

Nos acercamos a este templo en cuya fachada predominaban las líneas rectas aparentemente carentes de cualquier adorno. Una rampa con escaleras salva un desnivel. Según nos acercamos descubrimos que las columnas del exterior están grabadas conservando su policromía así que esta aparente carencia de adornos exterior contrasta con lo que encontramos en su interior que era una maravilla.

Se dice que los relieves de piedra de Seti son algunos de los mejores y más detallados de cualquier templo egipcio encontrado.

A la entrada Ahdmed llama nuestra atención sobre los bajorrelieves en unos dinteles en los que aparecen grabados lo que podría ser un helicóptero, un tanque y debajo un submarino. Nos quedamos impactados. Ante nuestra perplejidad Adhmed dice que es una casualidad, que en realidad es escritura que ha originado estas formas coincidentes. 

Luego leo que Ramses II, un faraón casi tan fecundo en la construcción de templos como en la procreación de descendencia, tenía la costumbre, como otros antes y después que él, de “apropiarse” de templos y monumentos construidos por sus predecesores. Para ello, lo que hacía era tapar el cartucho del faraón constructor del templo con un parche de argamasa, y sobre ese “parche” colocaba el cartucho con su nombre. Pues bien, según Ares, si superponemos los caracteres jeroglíficos del cartucho de Seti I con el de Ramses II, surgen esas formas caprichosas que, solo a ojos de un occidental contemporáneo, no familiarizado con la escritura jeroglífica, podrían parecer maquinas modernas. Fin del misterio. No obstante, otras teorías dudan sobre esto.


Nos dejamos perder entre las inmensas columnas de la sala hipóstila y luego Admed nos va desgranando el significado de algunos grabados de los muros cubiertos de relieves que muestran la resurrección de Osiris y que conservan toda su policromía aunque han perdido viveza y los colores aparecen algo apagados. Sin duda son magníficas. Aquí podemos observar el contraste entre los colores rojizos de la piel de los hombres y los amarillos de la piel de las mujeres.

Y seguimos admirando todos los relieves. Me maravilla que todos los muros sean como páginas de libros en los que han escrito sus historias, hace 5000 años. Hay escenas de todo tipo, de dioses, de ofrendas, de caza,  y tan cotidianas como amamantando a niños. Igualmente Admed llama nuestra atención sobre un detalle en un bajorrelieve. Nos señala la palma de una mano en la que con todo detalle han dibujado la “M” que tenemos todos. Me impresiona  este detalle tan tan sencillo y aparentemente tal cotidiano y que nos habla de la meticulosidad con que han sido elaborados.



Después nos muestra otro relieve donde aparece Osiris muerto e Isis con forma de halcón posada sobre su pene erecto.




Pero la importancia de este templo radica fundamentalmente en las escenas que en él se representan y que constituyen un importantísimo documento histórico y religioso: en un corredor  aparece la lista de los reyes egipcios, que cuenta con 77 nombres de reyes de Egipto  con su nombre de nacimiento y de coronación, desde Menes, de la I Dinastía hasta el propio Seti I, aunque entre ellos no aparecen ni Hatshepsut ni otros correspondientes a otro periodo: es la llamada “Tabla de Abidos”.

Ahora salimos por un lateral para dirigirnos al Osirion,  una cámara subterránea enigmática conectada al Nilo, hecha de enormes bloques de piedra. Su fecha de construcción y propósito aún están bajo investigación. El Osirión fue construido unos ocho metros por debajo del nivel de los cimientos del templo de Seti, sin razón aparente. Esto sugiere que quizás se levantó cuando era precisamente ese el nivel del estrato superior de la tierra, y que luego con el paso del tiempo y la acumulación gradual de sedimentos, se fue elevando hasta quedar en el nivel del templo de Seti. Esta hipótesis presupone por tanto que el Osirión es muy anterior al templo de Seti. . Más aún, se cree que de haber sido contemporáneos, el Osirión podría haber estado debajo de las aguas del Nilo, más aún de lo que está hoy.

Y tan solo nos podemos acercar sin acceder a su interior debido a que el nivel freático de la capa de agua subterránea es de 1 metro de altura aproximadamente. Admed nos intenta mostrar un grabado en la piedra, el árbol de la vida. Pero como no sé lo que tengo que buscar, y el sol al darle de plano oculta sus relieves lo único que consigo ver son unas líneas rojas de pintura que confundo con este grabado. Una pena ya que leo  que posee una perfección geométrica llamativa, por la redondez de sus curvas, su simetría y proporcionalidad casi perfectas y está realizado con una técnica aún desconocida. Al parecer no existe ninguna otra expresión de tal símbolo en la cultura egipcia y de todas las representación que existen en todo el mundo está es la más antigua que se conoce. .

Dejamos atrás el tempo y esperamos a su salida dentro del coche hasta que viene un escolta. Pero el motorista pone “la directa” y desaparece mientras que nosotros tenemos que ir parando en cada uno de los badenes. Yo creo que llegó a estar con nosotros quince segundos, lo que tardó en arrancar y salir disparado.

Ahora teníamos que deshacer el camino hecho,  deteniéndonos en  cada control esta vez diciendo “dos españoles que salen”. Y en el interior del coche dimos cuenta de nuestra comida, la que el hotel nos había entregado por la mañana hasta que llegamos a Dendera.

Curiosamente la fachada de este templo llama mi atención por su similitud con el templo de Debot de Madrid.

Es uno de los complejos egipcios mejor conservados, sobre todo su templo principal, cubriendo alrededor de 40.000 metros cuadrados. Está rodeado por un fornido muro de ladrillos de ocho a diez metros de altura

El complejo consta de varias edificaciones como el templo de Hathor (el templo principal), el del  nacimiento de Isis, Lago sagrado, Sanatorio (Sanatorium) de adobe, donde se podían hospedar para bañarse en las aguas sagradas y obtener la curación de la diosa, etc. Es uno de los mejor preservados de todo Egipto y en tiempos romanos se realizaron ampliaciones. Pero lo más impresionante del conjunto es el templo de Hathor.

Nos acercamos lentamente  y observamos sus columnas hatóricas, es decir, con el capitel que es una cabeza de la diosa Hathor.   Cada columna tiene cuatro caras, que ocupan aproximadamente un tercio de la altura de la columna, tallada con el rostro de la vaca-diosa de orejas. Visualmente es imponente por su grandiosa entrada, pero tras traspasar sus puertas nos sorprenden el tamaño y cantidad de las columnas que llenan la sala hipóstila junto con el gran detalle de sus grabados, jeroglíficos y sobre todo, sus maravillosos techos decorados. A pesar de haber sido construido por una dinastía de faraones que no era nativa de Egipcio, se puede observar que el diseño del templo es similar al de otros templos egipcios clásicos con la excepción del frontal de la sala hipóstila, que según la inscripción que se puede leer en su entrada fue construido por orden del emperador Tiberio.

Nos movemos en medio de un bosque de inmensas columnas grabadas y policromadas y nos dejamos perder entre ellas. Deambulamos dibujando con nuestros ojos la inmensidad de ellas, su grandiosidad, observamos sus grabados, los disfrutamos, nos maravillamos. Las paredes muestras escenas de la consagración del tempo.  Es espectacular, pero más aún su techo de 15 metros de altura y  que aparece pintado, cuajado todo de representaciones astronómicas y escenas celestes  como el trayecto del día del sol y nocturno de la luna, con la diosa Nut trayendo el Sol al mundo y expulsando la luna de su boca por las noches.  


Estoy completamente impactada. No puedo apartar mi mirada de estos maravillosos techos  y de los capiteles hatóricos de las columnas que se destacan en el techo rompiendo su superficie. Y me duele ver como los capiteles han sido mutilados por los cristianos que han machacado los rostros.


Y es que cuando el cristianismo se convirtió en la religión dominante de Egipto, se construyó una basílica en el complejo del templo de Hathor, aunque finalmente fue abandonado como lugar de culto y cuando los expertos que acompañaban a Napoleón durante su campaña en Egipto  lo visitaron por primera vez el lugar, encontraron en él una aldea árabe con siglos de antigüedad, y algunos de los techos del antiguo templo estaban ennegrecidos a consecuencia de la exposición al humo que sus pobladores producían al cocinar con fuego a lo largo de los siglos.

Acudo a la llamada de Admed venciendo mi resistencia a disfrutar de tanta belleza,  para dirigirnos a la cripta a donde descendemos por unas estrechas escaleras con mucho cuidado.

Antes Admed nos había dibujado lo que íbamos a ver y donde estaba si no lo más importante sí lo más llamativo o popular, las llamadas en medios pseudocientíficos “bombillas de dendera” por su similitud con unas bombillas. Así que descendemos y nos internamos por unos bajos y  estrechos pasillos  cuyas paredes están llenas de grabados hasta el fondo donde observamos estos famosos grabados.


Estos espléndidos y enigmáticos  bajorrelieves muestran a  Harsomtus  (Horus unificador de las dos tierras) que adopta diversas formas en las representaciones, y una de ellas es la de serpiente emergiendo de una flor de loto,


Salimos de la cripta donde nos espera Admed para desde la  sala de las ofrendas donde se encuentra una de las dos  escaleras, ascender a su tejado o terraza.

Estas dos escaleras están decoradas prácticamente con los mismos motivos aunque contrarios (también dañados por los cristianos). Por una,  la de subida en la parte occidental, está decorada con bellas imágenes del faraón, la diosa Hathor y una comitiva de grandes sacerdotes encaminándose hacia la terraza llevando ofrendas y otros objetos. Por la otra, los sacerdotes bajaban después de haber realizado sus ritos en la terraza.

En la escalera de subida los peldaños parecen estar muy desgastados aunque hay quienes afirman que estos parecen realmente “derretidos”. Dicen que si se observan cuidadosamente los escalones, no es la erosión habitual causada por los pies, ya que aparecen marcas de flujo de material como si los escalones de piedra se hubieran  derretido. Al igual que con las “bombillas” o y las extrañas imágenes en el templo Abydos, hay interpretaciones científicas y también, speudocientícas.

Desde arriba disfrutamos de las vistas  espléndidas  y nos acercamos  a una de las capillas a ver el “zodiaco de Dendera” copia del original  que fue trasladado a París a principios del siglo XIX y que actualmente se encuentra en el  Museo del Louvre.

Después descendemos y me encuentro en la sala hipóstila y de nuevo me siento atrapada por ella y me quedo girando sobre mi misma y mirando a mi alrededor. El azul,  color predominante, los grabados, las formas, las gigantescas columnas elevándose a un maravilloso techo grabado centímetro a centímetro… por unos segundos pierdo la noción del tiempo y cuando “regreso” veo que Angel y Admed han desparecido así que tengo que correr para unirme a ellos.


Admed nos envía al exterior,  donde en su parte posterior encontramos  un grabado  de gran tamaño en el que aparece Cleopatra VII  junto a su hijo Cesarión, el  que tuvo con Julio César. Los dos reyes ptolemaicos están representados vestidos al estilo egipcio y en actitud de ofrecer sacrificios. En un lateral encontramos un curioso grabado donde aparecen  todas las coronas del faraón, las distintas que puede lucir en función de la ocasión.

Y de aquí regresamos ya a Luxor.

Una vez en el hotel disfrutamos de un estupendo baño  en la piscina y al ponerse el sol subimos a preparamos para salir al centro de la ciudad  con la idea cenar  y  contemplar el templo iluminado por la noche.



Me ha costado convencer a Angel de que saliéramos. No se siente seguro y sinceramente, yo tampoco sobre todo después de los consejos de Admed de no subirnos en ninguna calesa, de no dejarnos guiar por nadie, nos diga lo que nos diga, aunque oigamos que trabaja en un barco y que nos va a llevar a algún sitio interesante,  de  que no nos  dejemos acosar y no hacer caso, etc. Admed no habla bien de los caleseros que seguramente dicen que nos acosaran a la salida del hotel, así que su consejo es salir y caminar hasta el templo y luego rodearlo, y es que estamos a unos diez  minutos andando del centro.

Así que  dejamos la seguridad  del hotel  y la protección de Admed  y nos aventuramos al exterior. Y efectivamente, continuamente nos ofrecían una calesa o un taxi, pero continuamos  impertérritos  nuestro camino solitario hacia el centro. El paseo de la orilla del Nilo estaba en obras por lo que había mucho polvo  levantado por los coches y calesas que circulaban, así que no disfruté mucho, pero enseguida llegamos al templo.

Como siempre, la noche muestra un aspecto de la ciudad y del templo  distinto a como es de día, pero si tengo que elegir, prefiero el día ya que creo que muestra toda su belleza y grandeza.  Las luces de la noche solo muestran parte de ella.

Y seguimos el consejo de Admed,  de rodearlo,  y  fue un error ya que anduvimos mucho y por una calle poco atractiva hasta poder cruzar el paseo de las esfinges que parte la ciudad de Luxor en dos . 

Dejamos de ver los pocos turistas que habían acompañado nuestro camino para encontrarnos andando por la carretera al borde del templo  hasta llegar a un puente siguiendo las indicaciones de google maps. Al poco atractivo y largo paseo se sumaron los continuos ofrecimientos de los caleseros que pretendían llevarnos al centro. Así que nos vimos obligados a caminar mirando al suelo hasta que por fin pudimos pasar al otro lado y el escenario fue cambiando en pocos metros.  Si no hubiéramos dado esta  vuelta y nos hubiéramos dirigido por el lado contrario nos habríamos ahorrado mucho mucho camino.


Ya en el centro no quisimos abandonar la calle principal que mira al templo. Aun recordábamos el laberinto del zoco de Marrakech y además era de noche, así que siguiendo el consejo de Admed entramos en un restaurante junto a una librería que visitamos y que arriba tiene un restaurante italiano. Pero este aconsejado por Admed era egipcio y nos atrajo más. Subimos a la planta superior y elegimos tomar nuestra cena en la terraza pese a que hacía un poco más de calor que en el interior con aire acondicionado.

Las vistas eran inmejorables, al templo y sus alrededores contemplando toda la vida que bullía alrededor de él, como si 4000 años no hubieran pasado por sus piedras. Era muy entretenido observar el ir y venir de la gente.


Angel quiso pedir más de lo que yo consideré  pero esta vez afortunadamente me hizo caso y acertamos. Pagamos  12 euros por los dos. Me resulto muy simpático e ingenioso el portavelas que consistía en la capa más exterior de una cebolla

Dejamos el restaurante e iniciamos el regreso al hotel y esta vez se nos hizo bastante más corto. Habíamos recuperado la tranquilidad y la seguridad en nosotros. Yo no quería desplazarme metida siempre en un coche protegida  por mi guía y aunque tuve mis temores, me alegré de haberlos superado. Lo cierto es que vimos pocos turistas y mucho menos andando por la calle. Era más habitual verlos en calesas o tomando taxis.

Una vez en el hotel nos preparamos para el día siguiente en que también estaríamos fuera de los circuitos habituales de turismo.

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