LOS REYES Y UNA REINA

Martes, 22 de octubre

Y a las 5 ya estábamos en la van con rumbo al valle de los reyes. Era de noche y  amanecía cuando llegamos. El aparcamiento estaba completamente vacío. Fuimos a tomar un trenecito que nos subiría para depositarnos a los pies  de las tumbas y Admed tuvo que llamar a su conductor. Únicamente subimos los tres.
Ante nosotros las doradas  montañas que cerraban este desolado valle iban creciendo según nos acercábamos y el sol del amanecer únicamente iluminaba su parte superior resaltando su suave color. Solo el de la tierra. Desolación, ni una brizna de vegetación.

A este valle se abrían distintas oquedades que daban entrada a tumbas reales.  Admed nos explicó, como ya había hecho otras veces, lo que íbamos a ver, describiéndolo todo con precisión con su memoria fotográfica. Y  una vez más nos dió la misma orden, en el interior de ellas…  sin prisa, de una a otra que corriéramos, sobre todo en las tres tumbas que incluía la entrada al valle de los reyes y que serían las que visitan todos los turistas.  Empezaríamos por esta terna ahora que no había nadie para dejar para el final dos más, una la de Rameses V y VI aconsejada por  él y la otra, la de Seti I, que si en un principio decidimos no visitarla  ya que todo nuestro presupuesto se lo llevó el valle de las reinas junto con la tumba de Nefertari, luego cambiaríamos de opinión. Y para ello tuvimos que pedir dinero prestado a Admed. Y es que pensamos que ya no volveríamos aquí y que sería una lástima no visitarla por un poquito más (más bien un “muchito” ya que el importe para visitar la tumba de Seti I ascendía a más de 50 euros por cabeza)

Así comenzamos con la tumba de Rameses IV. Descendimos entre muros cuajados de relieves con inscripciones hasta llegar a una cámara donde se encontraba un enorme sarcófago de piedra. Todas las paredes estaban llenas de grabados de pequeñas figuras donde el color dorado predominaba. Y conseguimos visitar esta tumba en completa soledad, con la única compañía del vigilante que cuando hablaba rompía el intenso silencio del lugar y  me molestaba.

Su diseño se resume en la típica rampa de entrada, tres corredores de ligera inclinación seguidos de una pequeña cámara y de la propia cámara sepulcral que a su vez tiene anexo un pequeño pasillo con tres receptáculos.  Presenta unos frescos con cierto carácter  innovador y al aparecer por primera vez dos textos funerarios inéditos y de gran belleza. Aparecen escenas del libro de las cavernas, del de los muertos,  y en la cámara sepulcral partes del Libro de las Puertas, del Libro del Amduat y, en el techo, también por primera vez, el Libro de los Cielos (en lugar de la típica representación del cielo que aparece en la mayoría de las tumbas reales).

Llenos aún de las imágenes de esta hermosa tumba, nos dirigimos sin perder tiempo a la siguiente, la de  la de Rameses III.

Aquí los grabados eran de mayor tamaño y representaban principalmente a diosas y diosas del antiguo Egipto. 

Los colores, algo apagados, y el estado de conservación general no muy bueno. 

Pero si es famosa esta tumba es por ser "la tumba de los arpistas", tal y como se conoce en la actualidad, debido a su espectacular y maravilloso bajorrelieve que representa a dos arpistas ciegos. Lástima que estén algo escondidos (nos hizo la fotografía el vigilante) y algo deteriorados.


Igualmente estuvimos solos. Qué suerte la nuestra, ya llevábamos dos y parecía que la gente aún no se había animado a llegar, al menos las grandes masas.

Después  a la de Merenptah. Aquí disminuye el número de habitaciones laterales aumentando la altura de pasillos y habitaciones. La entrada se hizo mucho más amplia, dando la sensación de una entrada imponente, aunque en sus motivos decorativos seguían siendo tradicionales.

Quizás lo que más nos llamó la atención aquí fue el enorme sarcófago de piedra. La tapa estaba en un lado y el sarcófago en otro.

Igualmente los grabados con escenas que derivan del libro de las puertas aunque también con escenas del libro de las cavernas cubrían todos sus muros.  

Y también conseguimos visitarla solos. La suerte nos seguía sonriendo y se  cumplía el refrán ese que dice que “a quien madruga dios le ayuda”.

Acabamos de visitar las tres tumbas que incluía la entrada general y prácticamente en soledad. Todo un lujo que no está al alcance de todos, y mucho menos al alcance de los que se desplazan en grupos que no madrugan. Una y otra vez me alegraba de los madrugones que nos daba Admed, y de tenerlo en exclusiva para nosotros.



Ahora le llegó el turno a las que estaban fuera del “circuito” por lo que preveíamos poca gente. Comenzamos por la de Rameses V y VI, definida como una de las más interesantes del valle de los reyes. El diseño de la tumba es muy completo, y es de los últimos sepulcros del Valle completamente finalizado, y además con un óptimo resultado. El perfil del lugar es muy simple, con una total ausencia de cámaras anexas y el eje recto que presentan todas las tumbas posteriores al reinado de Ramsés II.

Descendemos por un corredor en cuyos muros los grabados están bastante deteriorados hasta llegar a la cámara funeraria donde se encuentra un gran sarcófago de piedra que ha sido recompuesto cual inmenso puzle. Leo después que fue necesario unir más de 250 fragmentos que gradualmente le devolvieron su forma y tamaño original. Pero lo que más atrae mi atención y despierta mi admiración son los grabados que cubrían todos sus muros así como el techo. 

Su decoración representa una especie de tratado sobre la teología, en la que los elementos fundamentales son el sol y su viaje diario en el mundo de las tinieblas. 

En general, la decoración proporciona la historia de los orígenes de los cielos, la tierra, la creación del sol, la luz y la vida misma. El plan de decoración para esta tumba es uno de los más sofisticados y completos en el Valle de los Reyes.


Los relieves son magníficos, pequeños y bien conservados y el techo, pintado de color negro con figuras doradas que resaltan sobre el fondo oscuro, me seduce de inmediato y me dejo atrapar. Tan solo coincide con nosotros otra pareja y esperamos con paciencia a que se vayan. Parecían tener prisa, lo que nosotros aprovechamos para quedarnos completamente solos. Además, tuvimos la gran suerte de que el guardián no era charlatán, con lo que conseguí disfrutar de un lugar único en un silencio…sepulcral. Y es que me ocurrió lo que en pocas ocasiones me pasa y es que la voz humana, sea de turistas o de los guardias, me molestaba, y mucho. Es como si nuestro sonido violara  un lugar sagrado destinado al descanso eterno.   

Ahora nos quedaba la última, la de Seti I, considerado uno de los más grandes faraones de la historia egipcia, aunque la enorme sombra de su hijo y sucesor Ramsés II han eclipsado e incluso suprimido algunos de sus éxitos como rey.

Es la tumba más larga y profunda no sólo del Valle de los Reyes, sino de toda la necrópolis tebana e incluso de todo Egipto.

Aunque en cuanto a área es menor a otras tumbas cuenta, a lo largo de toda su extensión, con hasta siete corredores y diez cámaras, cuya excavación tuvo que ser larga y penosa.

Todas estas estancias, exceptuando el último pasillo, están completa y profusamente decoradas, lo que indica que la construcción de la tumba tuvo que empezar al poco de subir al trono Sethy I, o incluso ya durante el reinado de Ramsés I. Así nos sumergimos en ella y nos vimos rodeados de hermosos altorrelieves policromados  que al parecer señalan el culmen de la habilidad de los obreros, convirtiendo el lugar en uno de los más hermosos de toda la necrópolis tebana.

Estos altorrelieves son de gran tamaño y me llama especialmente la atención la familiaridad y comunicación entre ellos ya que se abrazan y se dan la mano. Sea como fuere, parece ser que los motivos elegidos por Sethy I marcaron un antes y un después en la decoración de todas las tumbas reales, y los sucesores del faraón optarían por seguirlo posteriormente en mayor o menor grado.



Muros y columnas estaban llenos de grandes grabados casi de tamaño natural, en contraposición con el pequeño tamaño de los relieves y pinturas de la tumba visitada anteriormente, Rameses V y VI. Y disfruté, sino de todos ellos porque sería prácticamente imposible, sí de uno que representaba a un sacerdote cuya capa se cerraba con la cabeza del que debió de ser su  antiguo propietario. 



Con su mano agarraba una pata del animal.  Pese a que lo había  visto en otros lugares, su tamaño y la viveza de sus colores me llamó especialmente la atención. Parecía que se iba a salir de la columna y acompañarnos en la visita.

Los colores no eran tan vivos como los de la tumba de Nefertari, pero muy hermosos. El techo de la cámara funeraria es también espectacular. De color negro con las figuras en dorado, descubro alguna que otra constelación dibujada.

Y para completar nuestra buena suerte, también estuvimos completamente solos. Y no me puedo imaginar lo que debe ser visitar estos lugares con gente pululando por todos los sitios, con ruido, con movimiento…Prefiero no pensarlo y disfrutar de algo que me resultó único. Visitar cinco tumbas del Valle de los Reyes casi en completa soledad se podría definir  como lujo y todo un privilegio del que pocos disfrutan. Y nosotros habíamos sido agraciados con ello.

Cuando salimos nos encontramos rodeados del movimiento y los colores de las ropas de los turistas quienes parecían contaminar estas doradas y monótonas tierras. Masas de ellos iban y venían moviéndose como si fueran bancos de peces. Fue como si regresara a la realidad después de haber caminado por un mundo onírico, irreal.  Nos reunimos con Admed  que esperaba a la sombra junto con otros guías. Miró su reloj y nos dijo que habíamos estado más de dos horas. Sinceramente yo no había sido consciente del paso del tiempo y me parecía que acabábamos de llegar. Solo el bullicio me confirmó lo que Admed decía. Tan solo eran un poco más de las 8. Y si yo disfruté no me puedo imaginar lo que puede ser esto para un egiptólogo o aficionado a la egiptología.

Ahora nos dirigimos al templo  de Hatshepsut. Pero su visita la haríamos sumergidos entre grandes ríos de gente que en grupos principalmente iban y venían.

Una parte se encuentra excavada en la roca a media altura, aprovechando las terrazas del terreno y la otra está construida externamente basándose en las construcciones previas. Parece completamente integrado en el paisaje, como si formara parte de él. Es elegante y a la vez majestuoso, en completa armonía  de proporciones.

A la entrada nos detuvimos para ver los restos de unos árboles traídos por la reina Hatshepsut de su expedición a Punt. Admed nos explicó lo que íbamos a ver y se disculpó por no subir. Había mucha gente, demasiada para lo que estábamos acostumbrados, hacía mucho calor, la intensa  luz del sol a esta hora era casi cegadora y hacer fotografías con poca gente era una misión imposible. Y  así ascendimos por las escaleras para visitar  el templo de esta reina única y que en su día despertó mi interés cuando leí alguna novela histórica que relataba su vida.

Su historia  es apasionante. Hija de Thutmosis I quien deseó que le sucediera ella en el trono, pero parece ser que una conjura puso en el trono a su hermanastro Thutmosis II con quien se casó pasando a ser  gran esposa real.  Pero Thutmosis II tuvo un reinado breve  muriendo en plena juventud cuando sus dos únicos hijos conocidos aún estaban en la infancia. Hatshepsut, gran esposa real,  no había traído al mundo un varón, sino una niña, por lo que volvió a abrirse una crisis sucesoria resolviéndose nombrando como sucesor a un hijo de Tutmosis II y de una simple concubina.

Dado que Tutmosis III era demasiado pequeño para gobernar, la gran esposa real de Tutmosis II, Hatshepsut asumió la regencia y pospuso indefinidamente el matrimonio entre el nuevo rey y su hija, la princesa real Neferura, única persona que podría legitimar su ascenso al poder absoluto. 

Hatsheput se autoproclamó faraón de las Dos Tierras y primogénita de Amón, con el beneplácito de los sacerdotes utilizando  así la Teogamia para legitimarse en el poder, es decir, declarando que su verdadero padre no era Tutmosis, sino el propio dios Amón quien visitó una noche a la gran esposa real concibiendo a  Hatshepsut  quien asumió todos los atributos masculinos de su cargo excepto el título de "Toro poderoso" haciéndose representar a partir de entonces como un hombre y tocándose de barba postiza. La sociedad de entonces asumió sin problemas la nueva situación, y Hatshepsut gozó de uno de los reinados más prósperos de toda la historia egipcia, gracias también al apoyo recibido por Hapuseneb  el sumo sacerdote, y Senenmut, arquitecto del templo y posiblemente su amante y padre de Neferura.

"El" faraón Hatshepsut dedicó la mayor parte de su reinado a embellecer el país y a restaurar los templos, con el beneplácito de sus aliados los sacerdotes.

Pero el rey, su hijastro,  era un joven que cada vez ansiaba más el poder, y a cualquier precio. Así que en apenas un año murieron los dos principales sustentos de la reina y sus más grandes apoyos, Hapuseneb  y Senenmut además de su hijo Neferura, lo que la haría caer en una profunda depresión, dejando paso a Thumotsis III quien durante su reinado hizo un borrado de memoria  de su antecesora. Las últimas teorías sobre el motivo para este borrado  se relacionan con facilitar la sucesión al hijo de Tutmosis, el futuro Amenhotep II.

Hatshepsut murió en su palacio de Tebas tras un largo reinado de 22 años, abandonada por todos. Se ignora la edad de su muerte, pero se estima que debería oscilar entre los cuarenta y los cincuenta años.

Disfrutamos....lo que pudimos ya que la gran cantidad de turistas nos obligaba a tener que buscar un hueco por el que asomarnos. Había muchos grupos que impedían andar y moverse bien y me agobio con tanta gente. 


El templo está decorado con escenas de fiestas en honor de Hathor y ofrendas de la reina a los dioses. En uno de los muros aparece Thutmose III mamando de la vaca Hathor.

En la tercera y última terraza hay 22 columnas precedidas de pilares osiríacos que fueron destruidos por Thutmose III cuando asumió los plenos poderes, tras la muerte de Hatshepsut.

En un momento determinado me fijé en una señora mayor que estaba apoyada en una columna aprovechando su sombra y que con la boca abierta parecía rendida intentando refrescarse con un pequeño ventilador de esos de pilas mientras que el guía se desgañitaba con las explicaciones. Y en ese momento pensé sobre los motivos que habían impulsado a esta señora a venir a Egipto y me alegré de haber disfrutado de un guía para nosotros solos. E inmediatamente después apareció el recuerdo de nuestro viaje por Vietnan y Camboya, sobre todo por Angkor donde nos movimos en un grupo de unas 30 personas. Ahora puedo afirmar que no disfruté de aquel lugar único como lo hubiera hecho si hubiéramos estado solos o si el grupo hubiera sido mucho más reducido.

Descendimos del templo admirando las maravillosas vistas que se disfrutan desde aquí, desoladas sí, pero hermosas.

Ahora nos quedaba visitar los colosos de Memon para después ir a embarcar al crucero que remontando el Nilo nos llevaría hasta Assuan para desde allí en coche terminar nuestra visita en  Abu Simbel.

Los Colosos de Memnón son dos gigantescas estatuas de Amenofis III que presidían su templo funerario, en la orilla occidental del Nilo, en Luxor. Las estatuas, construidas hace 3.400 años, muestran al faraón tranquilo, con las manos en las rodillas, mirando al Sol Naciente. En su parte baja están esculpidas su madre y su esposa.

Cuenta la leyenda -y está documentado por varios historiadores- que en el año 27 a.C. un terremoto derribó gran parte de uno de ellos. A partir de entonces, el otro coloso comenzó a “cantar” cada mañana al amanecer. La explicación era que el cambio de temperatura, al comienzo del día, provocaba la evaporación del agua, que al salir por las fisuras del coloso producía el peculiar sonido. El emperador romano Septimio Severo nos privó de este fenómeno al restaurar la estatua en el siglo III d. C.

Cada una tiene 14 metros de altura, pesan 700 toneladas, y están subida a un pedestal de 4 metros de altura con 600 toneladas de peso. En total, el conjunto suma 18 metros de altura y 1.300 toneladas de peso. Se piensa que hay ciertas partes de la cabeza y el tocado desaparecidas, por lo que la altura real podría haber sido de unos 21 metros.

Cada escultura está construida con un único bloque de granito traído desde unas canteras localizadas cerca de El Cairo, a 675 kilómetros de Luxor.

Y allí nos quedamos un rato admirando estos solitarios y  gigantescos colosos, mudos espectadores de miles de años de historia.

Y ahora ya hacia el embarcadero que según nos dijo Admed había sido trasladado fuera de la ciudad ya que como embarcaban todos los turistas más o menos a la vez en todos los cruceros llegaban a colapsar la ciudad así que cada compañía había comprado orillas del Nilo donde situaron los cruceros.

El coche nos dejó al pie del barco, descargamos nuestro equipaje y por una enorme puerta lateral situada en el centro del barco, entramos para hacer el correspondiente check in en un mostrador a modo de recepción. Todos los cruceros que recorren el Nilo tienen la entrada  con la misma forma y situada el mismo sitio y es que cuando atracan todos no hay orilla suficiente  por lo que lo hacen en batería  y para embarcar o desembarcar se atraviesan los barcos hasta llegar a la orilla o de la orilla hasta la motonave de cada uno. Así puede haber hasta siete barcos en batería y los pasajeros del último atraviesan los seis barcos restantes para embarcar o desembarcar.

Subimos a nuestro camarote y comprobamos nuestra buena suerte ya que  estaba en el piso superior y era el segundo empezando por la proa. El primero era una suite. ASADE ya me había comentado que ponían especial cuidado en ello para que sus clientes no se alojaran en camarotes cerca de los motores.  


El hecho de atracar un barco pegado a otro origina que la ventana del camarote de un barco queda a un metro escaso de la ventana del camarote del siguiente. Había leído comentarios de que abres las cortinas de la habitación y saludas a tu vecino del crucero contiguo, lo que resulta algo agobiante. Y este no sería  nuestro caso, ya que del barco vecino teníamos  vista a su proa y  del puente de mando con mucha luz. 

Además de la excelente situación la habitación, ésta estaba dotada de aire acondicionado,  era amplia con dos grandes ventanales, uno de ellos un balcón. Yo me apresure a abrir las cortinas para poder contemplar el Nilo desde la misma cama. Lo único un poco negativo fueron unas “cacatúas” que ocupaban la habitación de al lado y como ambas estaban comunicadas por una puerta, el ruido de las conversaciones nos llegaba con relativa nitidez ya que hablaban a un volumen que seguro que no usaban en su país, Alemania.  Aunque les rogué que bajaran la voz un par de veces, parecieron no hacerlo e incluso les llegó a molestar que se lo dijera. Como dice mi hijo los bárbaros del norte cuando salen fuera de sus ordenados, limpios y disciplinados países, hacen barbaridades y es que carecen del “control del vecino” porque en su país, cada vecino es un policía. Aquí, se sienten libres.

Deshice el equipaje y me dispuse a explorar la terraza en la que descubrí una pequeña piscina, pero suficiente para refrescarse. 

Y me faltó tiempo para estrenarla. Luego observé las hamacas de alrededor y me gustaron más las que estaban algo más alejadas de la piscina, hasta que me di cuenta que esas hamacas pertenecían al otro crucero. ¡Tan cerca estábamos unos de otros!.


Después del refrescante baño bajamos a comer. Buffet libre y también habían cuidado nuestra disposición ya que estábamos alejados de los grupos, en el extremo de una mesa junto a los ventanales casi con el agua del Nilo a la altura de la mesa. Estupendo lugar. Así que armados con nuestros platos vacíos buscamos la comida que nos resultara más apetitosa. Y no solo resultó buena para los ojos, sino también para nuestro gusto.  Había leído comentarios de que en algunas naves no era buena, que era repetitiva y aburrida, lo que no puedo decir de la de nuestra motonave (M/S Solaris II) que en todo momento fue buena y variada.

Mientras que disfrutábamos de nuestro almuerzo el barco partió remontando el Nilo. 

Después de descansar un rato subimos a la terraza donde nos ofrecieron café o té con pastas. Yo me abstuve ya que no puedo tomar nada que contenga cafeína o teína después de las 15 pero tomamos posesión de una mesa al sol (la sombra ya había sido ocupada por las hordas bárbaras) desde  donde contemplamos las riveras de este magnífico rio, rodeado de verdor y frescor pero que unos metros más allá veíamos convertirse en un paisaje árido donde el verde era sustituido por el ocre.

Falucas pescaban, poblados pequeños se sucedían a lo largo de este sagrado río y en un momento determinado vimos como una pequeña barca con dos jóvenes se acercaba a nuestra motonave. Tiraron una cuerda larga a la proa  atándose a ella y se juntaron a nosotros. Yo curiosa me asomé y comenzaron a lanzar bolsas de plástico con ropa. Los alemanes de al lado se partían de risa, abrían las bolsas y se probaban las chilabas. Luego, asomados, regateaban con los chicos.
Yo al principio no comprendía lo que estaba pasando, pero tardé pronto en interpretar que dos jóvenes  habían venido remando en una cascara de nuez y tendrían que regresar después a su poblado, para ganarse unas libras. Y se jugaban la vida si caían al agua y eran succionados por nuestro barco como ya había ocurrido según nos contó nuestro guía. Y lo que no conseguía comprender era el alborozo y la diversión que esta peculiar forma de ganarse unas libras provocaba en el grupo de alemanes que solo pensaban en comprar lo más barato posible regateando unos céntimos de euro.

Me sentí avergonzada de pertenecer al mismo mundo que ese grupo de alemanes frívolos, de ser europea, igual que ellos,  sentí vergüenza ajena y tristeza y...asco, porque no voy a decirlo. Y esta emoción es el motivo principal de no querer visitar países pobres. No puedo mantenerme al margen de lo que veo a mi alrededor. No puedo evitar sentir, pensar  y rebelarme ante mi impotencia y cobardía, porque yo lo veo desde mi maravillosa burbuja. Vengo aquí, veo el tercer mundo, me digo que pena y regreso de nuevo al mío donde no me falta de nada.

Bajamos después al camarote a descansar y a contemplar pasar las orillas del Nilo continuando una tranquila y silenciosa navegación. Íbamos como en una romería ya que una motonave sucedía al otra, por delante de nosotros y por detrás, adelantándose a veces.   Por todo el cauce del Nilo navegaban motonaves remontando el curso y con el mismo destino.

Antes de la puesta sol volvimos a subir a la cubierta superior. El  astro rey comenzó a descender hasta que el color dorado lo inundó todo. El gran Nilo, este río sagrado, símbolo de vida,  reflejaba amarillos, dorados, rojos… amplificándolos. Las aves  buscaban su reposo y las pequeñas barcas de los pescadores con sus reflejos y sombras pintaban un mágico escenario. Soy una apasionada de las puestas de sol y de los amaneceres, no me canso de verlos. Los más hermosos que he visto han sido sobre el mar, pero aquí...era fantástico.
Y ahora puedo decir que ha sido uno de los ocasos más hermosos que he podido disfrutar en mi vida. Qué belleza, qué paz, qué serenidad transmitía todo lo que nos rodeaba en el silencio y lento deslizamiento del barco.

A la hora a la que se abría el comedor para cenar, las 19,30, bajamos ya que Admed nos dijo que luego se recalentaba todo y no estaba tan bueno. De nuevo, estupenda cena y después subimos una vez más a cubierta. Ahora el espectáculo estaba en la esclusa de Esna a donde llegábamos.

Fue construida en el año 1906 sobre unas antiguas cataratas para salvar los 10m de desnivel del río Nilo y que los barcos pudieran navegar. El proceso es bastante lento, hay un canal lateral por donde entran las motonaves de una en una y se va vaciando hasta alcanzar el nivel inferior, o llenando si se navega en sentido contrario. Ya habíamos observado el funcionamiento de las esclusas en el canal de Midi francés por el que habíamos navegado, pero la diferencia de tamaño era considerable.

Era noche cerrada y tuvimos que esperar bastante a que llegara nuestro turno y cuando llegó lo  hicimos precedidos de dos pequeñas barcas que se colaron delante de nosotros para pasar la esclusa. Y una vez dentro el proceso fue muy rápido.

Y después de esto ya nos quedaba únicamente irnos a descansar ya que Admed nos había dicho que si queríamos ver Efdu con relativa tranquilidad deberíamos levantarnos muy temprano. Ahora ya todos los barcos anclaban en el mismo sitio y todos comenzaban la visita a la misma hora con lo que desembarcaríamos todos a la vez coincidiendo todos en el mismo lugar.


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