LUXOR.Templos y Reinas

 Templo de Karnac, templo de Luxor, Valle de las reinas, TUMBA DE NEFERTARI, templo de Ramses III. .19 de octubre, sábado

Reseñar la ruidosa pareja de la habitación de al lado a la que oíamos la mayoría de sus conversaciones que hacían en voz muy alta. Y como no, eran españoles.  Y nos despertamos muy prontito, y un poco después también nuestros vecinos de habitación: ella le preguntaba si había cogido ya sus calzoncillos. Me entró la risa y casi que contesto yo…

A la hora acordada estaba nuestro conductor, el mismo que nos había acompañado estos días y que nos comentó que no había dormido y la misma persona que nos recibió el primer día en el aeropuerto. A las 3 de mañana  no encontramos nada de tráfico por lo que tardamos muy poco en llegar al aeropuerto atravesando la ciudad. Deduje que el camino de llegada había sido distinto, posiblemente circunvalando la ciudad ya que se me hizo muy largo y tardamos bastante más.

Ya en el aeropuerto facturamos nuestra maleta, nos dieron nuestra tarjeta de embarque en asientos separados, aunque no mucho, y a buscar nuestra puerta. No miramos las pantallas al principio por lo que cuando quisimos hacerlo estábamos frente a la puerta F y el embarque se hacía por la G.  Pregunté una joven a la pronuncié correctamente la letra de la puerta e incluso se la escribí en un papel. Ella respondió que estaba después de la “F” y nos dijo que la siguiéramos Pasamos un segundo control hasta dejarnos  frente a una puerta cuyo destino no tenía nada que ver con el nuestro. Se lo dije y disculpándose respondió que nos había entendido mal. Al menos tuvo la amabilidad de ir con nosotros al control  nuevamente y contar a los guardias lo que había pasado para que nos dejaran salir. Y a buscar la puerta “G”. Un poco agobiados deshicimos parte del camino hasta encontrar nuestra puerta  tras la cual  tuvimos que pasar los controles nuevamente.
Puntualmente nuestro vuelo partía a las 6 de la mañana rumbo a Luxor, a donde llegaríamos una hora después. Como compañeras de vuelo dos andaluzas, dos jóvenes que viajaban con los padres y como anécdota decir que pedí una manta porque tenía frio y al aterrizar me dijo muy resuelta que a ella no la cabía en el bolso así que me la podía llevar yo. Me quedé algo perpleja, primero porque no se me había pasado por la cabeza llevármela, y segundo, porque la había pedido yo, no ella.

Una vez en tierra, nos recogió el representante de la agencia quien nos llevó al aparcamiento donde nos recibió el que sería nuestro guía durante el resto de nuestra estancia en el país: Admed Rabag, “el Faraon de Luxor”, un hombre grande de unos 50 años de edad.

A lo largo de nuestra estancia con él comprobaríamos que además de ser un hombre grande era también un gran hombre además de sabio. Lo primero que llamó nuestra atención    es que parecía tener parte del cuerpo paralizado ya que presentaba una evidente cojera de la pierna izquierda. Esta cierta parálisis le afectaba al brazo del mismo lado. Pero si en un  principio se puede tener alguna duda sobre cómo se pueda desenvolver, enseguida estas dudas se disipan ya que sabe perfectamente como suplir esa supuesta deficiencia que en lo único que podría afectar sería en su velocidad para desplazarse, nada más, y se agradece un ritmo un poco más lento del que llevaría yo ansiosa por descubrir las maravillas que me rodean. No obstante cuando se necesitaba un ritmo más rápido, por ejemplo para  adelantarnos a grupos y estar más a solas,  él nos contaba y luego nos ordenaba “correr”. 

Admed guía completamente aconsejable –más adelante le dedico también unas líneas- también trabajaba por su cuenta y a través de wasap se ponía en contacto con futuros viajeros aconsejándoles y orientándoles y supongo que organizando lo que se le pudiera pedir. Su número es el +20 109 235 2870.

Así que hechas las presentaciones del grupo, entre Admed, el conductor y el representante de la agencia en Luxor, y  cargadas las maletas en la van, pusimos rumbo directo al templo de Karnak, siguiendo los consejos de Admed que nos dijo que ahora encontraríamos  muy poca gente y si esperábamos un poco seguramente  la multitud invadiría el templo. Comprobaríamos a lo largo de nuestro viaje que Admed “se las sabía todas” y sabía moverse para evitar aglomeraciones llevándonos con gran agilidad y a veces casi a “contracorriente”. Así que siguiendo sus “órdenes” pusimos rumbo a Karnak..

Y en contraste con El Cairo me llamó la atención el orden y la limpieza de las calles y carreteras que rodean luxor.

El conductor nos dejó en el aparcamiento y nos dirigimos a la entrada de este magnífico lugar.
El Templo de Karnak  es el templo más grande de Egipto   y aún hoy en día se siguen encontrando restos y sigue siendo reconstruido. El recinto en el que se encuentra tiene 2.400 metros de perímetro y está rodeado por una muralla de adobe de 8 metros de grosor.

Construido por múltiples faraones entre los años 2200 y 360 a.C., el Templo de Karnak contiene en su interior el gran templo de Amón, otros templos menores, capillas y el gran lago sagrado. Los faraones más importantes que intervinieron en su construcción fueron Hatshepsut, Seti I, Ramsés II y Ramsés III

Nos encontramos ante el primer pilono, en la entrada del templo y  antes de cruzarlo 40 esfinges con cabeza de carnero nos dan la bienvenida. Es el comienzo de la Avenida de las Esfinges que llegaba hasta el Templo de Luxor y hasta el Nilo

Y hacer aquí un pequeño inciso para incluir unas breves anotaciones sobre los templos egipcios ya que a partir de ahora visitaremos varios compartiendo todos una  misma estructura. Lo destaco en otro tipo de letra para que el desee no leerlo le resulte más fácil saltárselo y continuar con la lectura de mi relato.

Como en cualquier religión el templo egipcio representaba la casa del dios y como tal debía ser indestructible ya que era la residencia de los inmortales.
El templo se construía para albergar la imagen del dios y como lugar en el que los sacerdotes oficiaban sus ritos. A diferencia de las religiones posteriores no era en absoluto un lugar de culto sino una zona para albergar al dios y de hecho el pueblo no podía acceder más que a ciertas dependencias exteriores.

Era el único edificio construido en piedra y no en adobe u otros materiales menos resistentes, pues si el dios era eterno también debía serlo su casa.

A pesar de que la estructura y planta de los templos era similar se pueden distinguir 3 tipos dependiendo de la función para la que se construían.

-                     El primero es el templo propiamente dicho que estaba consagrado a una divinidad y se construía en honor a uno o varios dioses.
-                     el segundo tipo es el templo mortuorio consagrado directamente al faraón. En estos se realizaban todos los ritos funerarios del rey desde su muerte hasta el momento del enterramiento y era el lugar en el que se veneraba su memoria. Los mejores ejemplos de estos templos son el Ramesseum y los templos de Medinet Habu.
-                     El último tipo era el cenotafio, construidos por los faraones como templos mortuorios secundarios. Los más importantes residen en Abidos.

El modelo básico estaba constituido por 3 zonas claramente diferenciadas; el patio,  la sala hipóstila y las dependencias del dios, además de la entrada, el pilono.
El pilono

Representaba la entrada al templo y era una pared monumental formada por un alto y ancho muro en forma de tronco de pirámide con una puerta central. Cada una de las dos torres que formaban el pilono representaba los acantilados de cada lado del valle del Nilo, pero también eran, a la vez, las dos montañas que flanquean el disco solar. Las paredes, trapezoidales, contenían aberturas en las que se colocaban mástiles y banderolas, que simbolizaban la presencia del dios. Generalmente estaban precedidos de obeliscos que aludían a la morada del dios, a la relación entre lo terrestre y lo solar, lo sagrado, o colosos de reyes, normalmente sedentes, simbolizando los hijos vivientes del dios. Normalmente estaban decorados con escenas en relieve de temas históricos o religiosos o sacrificio de prisioneros por parte del faraón en presencia del dios al que estaba dedicado el templo.

El patio
Era la zona pública. A ella podía acceder cualquier persona del pueblo para depositar ofrendas. Se construía a cielo abierto y se decoraba con relieves que hacían referencia a las hazañas del rey o imágenes de  adoración. El patio se rodeaba de columnas, normalmente en tres de sus lados (sala hípetra) y solía contener colosos. Podía haber más de un patio con su consiguiente pilono de acceso.

La sala hipóstila
Después del patio se abría la sala hipóstila que, durante el Reino Nuevo, se encontraba sobre una plataforma y en la época ptolemaica a ras de suelo. Podía estar precedida por un vestíbulo. Las salas hipóstilas llegaron a ser uno de los mayores logros de la arquitectura egipcia. Era un recinto de columnas altas y gruesas que formaban un bosque de piedra sosteniendo una cubierta arquitrabada. Generalmente las filas centrales eran más altas que las laterales y el espacio se elevaba en la zona del eje central del templo formando una especie de nave principal. Esto permitía abrir ventanas laterales por las que penetraba la luz, aunque escasa ya que a medida que se accedía al santuario se disminuía la cantidad de luz. La función de la sala era la de salón de recepción del dios. Los relieves con los que se decoraba representaban escenas de las ceremonias religiosas que se practicaban en el templo. El acceso a la sala hipóstila estaba restringido a los altos funcionarios, escribas y gente noble. Cuando el templo tenía más de una sala hipóstila el acceso a cada una de ellas era cada vez más restringido.

Dependencias del dios
Pasada la sala hipóstila se encontraban una serie de cámaras y la sala de la barca sagrada, dependencia en la que se situaba la barca empleada en las procesiones, cuando la imagen  del dios salía del templo  en ella. Al final del templo se encontraba el santuario, una pequeña  estancia  con la imagen del dios. Era la sala principal del templo, aunque posiblemente la menos vistosa. El tabernáculo realizado en piedra, granito o madera era la parte más importante del templo y a esta zona sólo el faraón y los sacerdotes, como representantes suyos, tenían acceso.  Alrededor de las cámaras y el  santuario se encontraban otras dependencias menores, utilizadas en el culto de dioses locales, dedicadas a la protección de dioses exteriores que  visitaban el templo en las procesiones, o salas para albergar los objetos necesarios para  llevar a cabo el ritual religioso.

La iluminación de los templos se basaba en la disminución de luz según se iba accediendo al santuario, que era la zona más oscura. Los patios, abiertos, representaban la parte más iluminada, el contacto con el pueblo.

Los templos más importantes incluían otra serie de elementos exteriores, como tribunas, mamisi, pertenecientes a la era ptolemaica, y el lago sagrado. La tribuna se encontraba delante de los pilares y unida a ellos por una avenida enlosada bordeada de esfinges: el dromos. Se empleaba como lugar en el que el faraón supervisaba las ceremonias religiosas que se celebraban en el patio. Los mamisi eran pequeños edificios, delante de los pilonos, decorados con colores alegres y escenas de diosas tocando instrumentos y danzas burlescas; era el lugar escogido por la diosa para esperar el nacimiento de su hijo. El lago era un gran estanque, profundo para aprovechar las aguas del Nilo en épocas de sequía, con escaleras descendentes.  Los lagos cuadrados, con paredes ligeramente curvadas eran la representación de las aguas primigenias de las que había surgido el Mundo. Era el lugar en el que se efectuaban los rituales ligados a la resurrección de Osiris.

Todo el recinto del templo estaba rodeado por  un muro.

Además existían templos que tenían consagrados animales sagrados, en cuyo caso incluían dependencias específicas destinadas al animal.

El acceso al templo estaba totalmente vedado al pueblo, que sólo podía acceder al primer patio. A partir del Reino Nuevo se autorizó poder colocar estatuas en los exteriores del templo, si bien sólo algunos nobles o privilegiados podían hacerlo. Al santuario estaba vetado el acceso a todo el mundo salvo al faraón y al sacerdote delegado por este para llevar a cabo los rituales.

El ritual diario
El ritual diario que los sacerdotes llevaban a cabo incluía, básicamente, 3 grupos de actos diferentes: Las ceremonias preliminares, el despertar y atavío del dios, y la comida. El faraón, o, en la mayoría de los casos, el sacerdote encargado por él, se purificaba y ahuyentaba las malas influencias con fuego e incienso, en las dependencias destinadas a tal efecto, para posteriormente acceder a la capilla en la que se encontraba el dios rompiendo el sello de la puerta. Una vez dentro se postraba ante la imagen divina entonando alabanzas o himnos específicos. Tras esto se limpiaba la estatua con ungüentos y productos preparados en una de las salas, se le vestía y adornaba con los objetos reales y divinos, se le aplicaban los cosméticos oportunos al rostro y por último se le servía la comida, con gran cantidad de alimentos. La comida podía llevarse a cabo hasta 4 veces, según los 4 puntos cardinales, para que el dios pudiese alimentarse en cualquier punto del Universo. Tras retirar las ofrendas se volvía a sellar la puerta hasta el nuevo ritual. Estos se celebraban 3 veces al día, si bien el primero, el del amanecer era el más importan

Traspasamos las puertas del primer pilono para acceder al patio, inmenso, para después entre el segundo y tercer pilono (hay hasta seis) encontrarnos en la sala hipóstila. Es sin duda lo más espectacular del templo. Con más de 5.000 metros cuadrados contiene 134 columnas, de las que las 12 centrales son más anchas y elevaban el techo, ahora destruido, a 23 metros de altura.

Y quedo impresionada por el tamaño de las columnas. Me siento pequeña ante tanta grandeza. 

Hileras de espectaculares columnas se elevan alrededor de nosotros, ahora bañadas por el sol que resalta su color dorado. Son magníficas, imponentes. Admed nos va mostrando y explicando los grabados, nos habla de las distintas partes de un templo, de sus usos, de los dioses y diosas representados en sus gigantescas piedras de arenisca,  de los faraones, de sus batallas, de las ceremonias  que allí se hacían. Nos habla de lo que cuentan los grabados de sus columnas y muros, …y me siento desbordada por tanta grandiosidad. 

Es como si sintiera que esto  no ha podido ser obra de humanos y mucho menos si pensamos en cinco mil años atrás. Me parece imposible, casi irreal. ¡No! ¡Esto tiene que haber sido obra divina! O al menos inspirada y dirigida por dioses. No puedo dejar de mirar y  mis ojos recorren  admirados toda la longitud de estas columnas para perderse en los capiteles de flor de loto y luego en el azul del cielo. Descubro  obeliscos, levantados o tumbados, y no puedo parar de fotografiar pero mi cámara no puede recoger todo lo que me rodea, toda su belleza, su grandiosidad. Es imposible.
Atravesamos  el templo hasta llegar al lago sagrado. 

Cerca encontramos un gran escarabajo de la suerte, representación del dios Jepri, sobre una columna. Al parecer ha tenido que ser protegido para desalentar a los visitantes de la práctica supersticiosa consistente en frotar la base de la estatua para conseguir suerte; ahora Admed nos dice que si damos tres vueltas alrededor de él nos traerá suerte.  Yo no dudo y me pongo a ello. No es que crea mucho, pero por si acaso. Angel que confiesa no creerlo, me sigue. 


Algún rincón del templo conserva aun los colores de los bajorrelieves.

Vamos con Admed aquí y allá mirando y admirando y tratando de absorber lo que vemos y nos muestra, y a la vez, lo que él nos cuenta. Me siento como un niño el día de reyes rodeada de nuevos juguetes. Quiero descubrirlo todo, verlo todo, tocarlo todo, jugar con todo…a la vez. Y en un momento determinado soy consciente de que he perdido la noción del tiempo.

Ha pasado el tiempo y el sol está subiendo. Hay más gente que con los colores de sus ropas parecen contaminar el monótono dorado de las piedras de este templo. Nos dirigimos al aparcamiento para ir ahora hacia Luxor, a su templo.

En el camino hablamos, de lo divino y lo humano y le pregunto por la veracidad de lo que leí en una novela supuestamente  histórica (“El hijo del desierto” de Antonio Cabanas) de que se pagaba a los soldados o mercenarios del ejército egipcio por los enemigos que mataban y que eran contados por las manos o penes que mostraban a un escriba que contaba. Y si nuestra guía de El Cairo había manifestado sin dudarlo su extrañeza y negado esto con rotundidad, Admed me dijo que era absolutamente verídico y que visitaríamos el templo de Ramsés III donde aparece esto grabado en uno de sus muros.  

Después nos comentó un poco el plan que tenía para estos días en Luxor antes de tomar el crucero por el Nilo. Le comenté que nos gustaría visitar  la tumba de Nefertari en el valle de las reinas que no figuraba en el programa ya que había leído que era sin lugar a dudas la mejor de todas, aunque su precio podría ser disuasorio: 60 eurazos de bellón por cabeza.  E inmediatamente se puso manos a la obra.


En muy poco tiempo llegamos al templo de Luxor, en la misma ciudad y a una distancia de unos tres kilómetros del templo de Karnac. Ambos están unidos por la Avenida de las Esfinges, en su día bordeada por más de 600 de ellas. Actualmente sólo se puede ver el inicio de esta avenida en las puertas de cada templo

Y si bien es más pequeño, también es imponente.

Fue construido entre los años 1400 y 1000 a.C. por los faraones Amenhotep III y Ramsés II, el primero construyó la parte interior y el segundo el recinto exterior, añadiendo la fachada, los colosos y los obeliscos. El templo mide 260 metros de largo y está dedicado a Amón (dios del viento). Las obras duraron aproximadamente 400 años. 

Descubierto a finales del  siglo XIX, sirvió como cuartel militar en la época romana y durante la conquista musulmana se construyó una mezquita que hoy todavía podemos ver.

Frente al primer pilono se encontraban 2 obeliscos, de los cuales uno fue trasladado a la plaza de la Concordia en París en el año 1836, como regalo de Mohamed Alí. El otro, de unos 25 metros de altura lo podemos admirar en  su emplazamiento original.

La función principal del templo de Luxor era la procesión que una vez al año, durante la celebración del Año Nuevo,  se celebraba y en la que la imagen de Amón salía de su recinto de Karnak para, a través de la avenida de las esfinges, visitar el templo de Luxor.

A la entrada nos reciben las famosas estatuas sedentes  de Ramsés II decoradas con imágenes de prisioneros que representan los nueve pueblos conquistados por Egipto.

Admiramos las facciones casi perfectas de alguna de ellas, a pesar del tiempo  transcurrido. La reina Nefertari aparece a cada lado del trono. Las estatuas son de granito gris con una altura de 15.6 metros. Originalmente existían cuatro más en granito rosa de las que actualmente sólo queda una que representa a Meritamón, la hija de Ramsés II.

Y nos adentramos en este templo donde, en primer lugar nos encontramos con el patio que  fue añadido por Ramsés II y actualmente representa el primer patio. Está compuesto por 74 columnas papiriformes colocadas en dos hileras alrededor del patio que muestran al faraón con distintas divinidades


Seguimos adentrándonos hasta la siguiente estancia está formada por la columnata procesional en la que las columnas están grabados los cartuchos (en la escritura jeroglífica son la representación esquemática de una cuerda anudada que rodea el nombre del faraón; también servían para evitar una lectura equívoca, delimitando dónde empezaba y terminaba el nombre) de Amenhotep III, Horemheb, Sethy I y Ramsés II. Está flanqueada por  dos colosos sedentes de Ramsés II con la reina Nefertari, vestida como la diosa Hathor, en su pierna derecha.

Vamos desgranando los distintos espacios que componen este templo de menor tamaño que el de Karnak pero no menos interesante. En uno de sus muros encontramos imágenes de emperadores romanos superpuestas sobre los originales  y en la  sala de ofrendas la imagen Alejandro Magno, que aparece representado ante Amón.  De nuevo Admed da muestras de su profunda sabiduría relatándonos todo lo que le parece interesante y que nosotros absorbemos con avidez y respondiendo a todas mis preguntas, y mira que soy preguntona. Y es que según veo y aprendo, quiero ver y aprender más, aunque empiezo a dudar seriamente de mi capacidad de asimilación.

Al finalizar la visita buscamos una sombra que nos cobijara y entonces nos dió información sobre la excursión a la tumba de Nefertari. 150 euros por persona e incluía la entrada al valle de las reinas con la visita a tres tumbas, más la  de la reina Nefertari y el templo de Ramses II. Sinceramente me pareció caro ya que yo solo contaba con 60 euros más por cabeza y hacer esta visita el día que fuéramos al valle de los reyes, pero Admed nos dijo que no habría tiempo material ese día y que para ir al valle de las reinas había que contratar el transporte, conductor, y guía, hacer 40 km de ida y otros tantos de vuelta además de que tiene que abonarse la entrada completa al valle de las reinas para poder visitar la tumba de Nefertari.

Así que....no teníamos opción. Por los años que tenemos sabemos que no vamos a volver aquí así que teníamos que aprovechar el viaje y si  se nos había pasado por la cabeza aunque  solo fuera levemente, volar en globo al amanecer para ver el valle de los reyes y de las reinas, quedaba ya descartado ya que costaba lo mismo;  además, para consolarnos,  decidimos también prescindir de la tumba de Seti I, dicen que es la mejor del valle de los reyes y que también costaba otros 60 euros. Pero tenía muy claro que tenía que ver esta tumba que había estado cerrada por mucho tiempo y que ahora era visitable y que además, podía pagar, aunque su precio fuera muy elevado, ya que Admed nos dijo que antes solo era abierta para grupos pagando una cantidad que estaba completamente fuera de nuestro alcance. Admed también nos comentó que no sabía si la volverían a cerrar  ya que posiblemente su apertura obedecía a una promoción turística, lo mismo que poder hacer fotos en su interior con móviles que si ahora era posible, en un futuro podría no serlo.

Así que decisión tomada y ejecutada. Partimos al Valle de las Reinas, lugar de enterramiento de las  mujeres de los faraones y otros miembros de la familia real, así como la élite, con aproximadamente 90 tumbas numeradas pertenecientes a reinas, príncipes y altos funcionarios del Imperio Nuevo. De nuevo, no era ni había sido consciente de la hora que era. Cruzamos el inmenso Nilo y nos adentramos en el desierto para llegar a un lugar de una desolación total y completa. Ni una brizna de hierba, nada parecía crecer en este inhóspito lugar. Debían ser las 13 horas ya que el sol castigaba, y bien. Había poca gente así que con las entradas en la mano seguimos a Admed hacia un sombrajo con asientos y sentándonos a su lado.

Nos contó lo que íbamos a ver en la primera tumba. Él no podía entrar pero parecía tener fotografiados todos sus rincones que nos  fue describiendo con precisión. Cuando terminó su explicación nos dijo que nos tomáramos todo el tiempo que necesitáramos en cada tumba, que las disfrutáramos, pero que una vez fuera, que corriéramos.

Y siendo obedientes, así lo hicimos.  

Y la primera tumba en la que entramos era la de un príncipe, que pudimos distinguir por una coleta a un lado de su cabeza. Kha em Waset, hijo de Ramses III y posiblemente de la Reina Titi, con preciosas decoraciones de bajo relieve, elegantes y  cuyos colores pintados permanecen en excelentes condiciones. Era un pasillo recto descendente que conducía  directamente a una cámara funeraria con nichos. Los grabados conservaban todo su color y representan al Rey, al príncipe y diversas divinidades como Anubis y Horus. Admiramos todos los rincones que escrutamos con nuestros ojos que fueron llenándose de belleza y a la vez de admiración. Y no nos cansábamos de ella. Pero otros tesoros nos esperaban.
Y salimos al exterior a buscarlos  y nos reunimos de nuevo con Admed quien nos describió  la segunda y tercera tumba, la de la reina Titi y principe Amen_Khopshef  ambas también muy hermosas. 

La de la reina Titi  es de relieve ligeramente tallado, pintado en delicados colores cálidos. El sarcófago se encuentra en el centro de la cámara funeraria, al final.  

En la de Amen_Khopshef  o  Amenherjepeshef, hijo también de Ramses III, los frescos de la tumba muestran al príncipe con diversos ropajes, incluyendo el clásico retrato como niño de la realeza, con la cabeza rapada adornada con una larga trenza colgando sobre un lado de la cabeza. También aparece junto a su padre Ramsés III haciendo ofrendas a los dioses.

Es impresionante tanta belleza escondida debajo de tierra.  Y tan solo una puertecilla da acceso a estos mágicos lugares. No me puedo imaginar la emoción de cualquier descubridor cuando se encontrara con esto.

Pero ahora llegaba lo mejor, la tumba de la reina Nefertari dicen que la más bella de todo Egipto y  calificada como la capilla “sixtina”  de la pintura faraónica. Nefertari, la preferida de Ramses II de entre muchas esposas, la más hermosa, una mujer de estado, inteligente y bella y de la que Ramses II debía de estar profundamente enamorado.  Fue una de las grandes Damas Reales y es una de las reinas egipcias más conocidas, junto a Cleopatra, Nefertiti y Hatshepsut.

Propició el cese de hostilidades entre los egipcios y el imperio Hitita a través de sus cartas que cristalizó en el tratado de Quadesh. Este nombre nos resultaría muy familiar a lo largo de nuestro recorrido ya que la batalla de Quadesh está representada en muchos grabados y relieves de muros de templos.

Aunque el tiempo para disfrutar del interior de esta tumba está limitado, Admed nos dijo que nos tomáramos el que necesitáramos, que la disfrutáramos.

Esta tumba ha estado cerrada durante una década y ha sido abierta al público recientemente, aunque según Admed, se abría a grupos que entre todos conseguían pagar la fortuna que pedían por visitarla.

Y así, a través de una puerta pasamos del mundo monocolor del color ocre y dorado y de la desolación a las formas y colores, vivos, magníficos, con todo lujo de detalles y como si hubieran sido pintados ayer.

Nuestros ojos se abrieron a una maravilla y descendemos hacia el interior entre muros y techos cuajados de vivos y hermosos colores y formas que nos rodeaban por todos los lados. No sabíamos a donde mirar y nuestros ojos nerviosos recorrían muros y techos tratando de asimilar todo aquello, de comprenderlo. Pero me abandoné y decidí mirar y admirar, solo eso. Sentir.


Y es que esta tumba está profusamente decorada y es la más grande y espectacular del Valle de las Reinas. Los relieves polícromos  aún están intactos. Viéndola, contemplando tal belleza, pensé que realmente Ramses debía de haber estado muy enamorado de Nefertari, pero además los artistas que trabajaron en esta tumba supieron captar la esencia principal para poder plasmarlo en los muros y columnas de esta maravillosa tumba.

A través de esta belleza siento que Ramses II y Nefertari vivieron una historia de amor que ha traspasado el tiempo y la historia.

Techos pintados con estrellas (destinado solo a los reyes)  paredes con diosas y dioses,  sacerdotes, jeroglíficos, serpientes protectoras ...todos los muros y techos están llenos de ellos y los vivos colores y la delicadeza de sus detalles la hacen sin duda alguna, la más hermosa de todas las que visitaríamos a lo largo de nuestra estancia en Luxor. 

Las  decoraciones corresponden a  escenas del libro de los muertos  e ilustran las etapas que ha de superar hasta alcanzar el más allá y junto a la Reina Nefertari, viajamos a través de ellas y del tiempo.

Aparecen todo tipo de detalles en vestimenta y joyas. Nefertari está  siempre muy bella y sensual,  con cabello negro y los ojos pintados de Kohl, vestida con lino fino casi transparente y un tocado de buitre dorado que simboliza la maternidad. Todos los trajes, tocados y joyas aparecen pintados con una gran meticulosidad. Casi me siento desbordada ante tanta  riqueza de imágenes y colores que crean una belleza que no puede dejar indiferente a nadie.

La impresionante diosa protectora Maat con sus bellas alas desplegadas aparece representada en varios sitios. Nefertari, “por la que brilla el sol” ha traspasado el tiempo para hacerse inmortal.

Rodeados de tanta belleza, tanta historia, tanto arte y por qué no decirlo, tanto amor, nos sentimos pequeños y humildes.   

Con otro privilegio que nos hizo disfrutar aún más de ella: la visitamos casi en soledad, cruzándonos tan solo con tres o cuatro personas más.  Hemos disfrutado de unos momentos mágicos y muy emotivos.

Como decía mi madre, el dinero cuesta hasta que se paga, pero en este caso, me costó mucho menos aún y lo que había pagado por ver esta maravilla quedaba justificado, sin dejar de pensar que fue una barbaridad si lo sumábamos  todo (transporte, guía, conductor, entradas a valle, entradas al templo….).

Nefertari ha sido posiblemente la única reina deificada en vida ya que al lado del templo de Ramses en Abu Simbel  se encuentra el de Nefertari y la diosa Hathor, más pequeño y que visitaríamos unos días después en Abbu Simbel.

Por último añadir que el número de visitantes diarios está limitado a 150 para preservarla. Cuando visitamos la tumba tuvimos que dejar la cámara de fotos fuera pero estaba permitido hacer fotografías con el teléfono móvil. Admed nos dijo que posiblemente fuera provisional y que formaba parte de una promoción.

Con mucha pena y casi en estado de “shock” por lo que habíamos visto y las emociones que nos había causado, Admed nos dirigió hacia el templo de Ramses II. Yo trataba aun de asimilar lo que había visto durante  todo el día, desde el magnífico templo de Karnak pasando por el de Luxor y ahora, de las tumbas visitadas, esta auténtica maravilla difícil de calificar. Casi me sentía desbordada y tuve que hacer un gran esfuerzo para segur a Admed con sus explicaciones en la visita al templo de Ramses III. Y es que pocas veces he sentido tal cascada de emociones y de esta intensidad.

Circulando por inhóspitos y desérticos paisajes llegamos al templo de Ramses III en Medinet el Habu conocido también como el tempo funerario de Ramses III. Con Ramsés III, e incluso después, Medinet Habu funcionó como centro administrativo de Tebas. Fue en este lugar, donde los obreros que construían las tumbas reales y vivían en Deir el-Medina, llevaron a cabo la primera huelga de la historia, para reclamar sus pagas. Además, fue dentro de su gran complejo fortificado, donde la mayoría de los habitantes de la región se refugiaron cuando en el Alto Egipto, a finales de la Dinastía XX, estalló una guerra civil.

La importancia y el valor del lugar como centro administrativo y estratégico, sobrevivieron con mucho al culto del monumento de Ramsés III.

Este complejo tiene una extraña entrada, pues está construida  imitando un modelo Sirio y la torre tiene la forma de "migdol" (palabra hebrea que significa una torre) que es un tipo de puerta fortificada. El compuesto parece una fortaleza pues fue cercado con una pared de barro.


Se considera uno de los templos funerarios más bellos pues parece que los colores hubieran sido aplicados apenas ayer, además de sus increíbles bajorrelieves que decoran los muros exteriores del templo. Imponente, magnífico...el  primer pilono, entrada monumental, está decorado por su parte exterior con imágenes  del faraón castigando a unos prisioneros.

Este templo es uno de los más importantes edificios religiosos de Tebas. Se construyó imitando de forma intencionada el Ramesseum.

Traspasamos sus puertas para adentrarnos en el primer patio  que contiene, en el lado izquierdo, un pórtico de ocho columnas con capiteles campaniformes y en el derecho siete pilares osiríacos (pilares  cuadrados o rectangulares con una estatua de coloso de pie adosada, supuestamente de Osiris, con los brazos cruzados sobre el pecho y tocada con una alta mitra) que el sol ilumina de lleno destacando más sus formas. 

Nos giramos para observar el grabado de una de sus paredes donde me muestra la escena en la que un montón de manos y penes son arrojados al suelo. Ilustración de lo que en su día leí en la novela de Antonio Cabanas, el Hijo del Desierto,  y a la que me referí cuando salíamos del templo de Karnak conversando con Admed.

Anejo a este primer patio se encontraba el palacio real del que hoy apenas quedan restos y que visitaremos más tarde, y al que se entraba a través de tres puertas y la llamada “ventana de aparición”.

Seguimos traspasando puertas para adentrarnos en otro patio, y de nuevo las enormes, gigantescas columnas que aún conservan su policromado lo mismo que sus muros. Me vuelvo a sentir pequeña, muy pequeña  y casi incrédula si recuerdo que esto es obra humana y que tiene 5.000 años.

Después por una puerta lateral dejamos el templo para entrar en el palacio que era empleado por el faraón para presidir desde una tribuna a la que se accedía por una escalera, las ceremonias religiosas celebradas en el patio.   

Admed nos muestra el grabado de uno de los muros del templo en el que aparece una escena de caza con todo lujo de detalles, incluso los peces del Nilo. 

Después paseamos por las ruinas de lo que en su día  fuera el palacio y nos señala como curiosidad la letrina. Me cuesta trabajo pensar que tiene más de 5000 años. Me parece todo una locura. Y me siento casi desbordada. Casi no puedo ya procesar lo que veo pero para mi fortuna o desgracia, concluimos por hoy las visitas y nos dirigimos a comer a un restaurante local cerca de los colosos de Memon y con el templo de Hapsepsut al fondo.

Ya es hora de regresar al hotel al que aún no hemos ido y una vez allí Admed nos hace todos los trámites, nos explica todo y quedamos con él  al día siguiente para hacer nuestra excursión a Abidos y Dendera, también fuera de los grandes circuitos turísticos por lo que coincidiríamos con muy poca gente.  Acordamos las 6 de la mañana, casi con el amanecer,  así que habría que madrugar para tomar el desayuno antes y disfrutarlo.

El hotel es el Sonesta St George, mucho mejor que  el de El Cairo, sin lugar a dudas. Tiene distintos precios según que las ventanas de las habitaciones estén frente al Nilo, a un lado o no se disfrute de él. Las que reserva nuestra agencia dan a un lateral por lo que gozamos de unas hermosas vistas sobre el río sagrado por el que en unos días navegaríamos hacia Abu Simbel. Pero, yo caí rendida. Empecé  a tener frio, tuve que quitar el aire acondicionado y ponerme una chaqueta. Posiblemente este episodio estaba relacionado con el cansancio. Llevábamos en pie desde las 3 de la mañana y durante todo el día habíamos hecho muchas visitas y lo más agotador, disfrutado de emociones muy intensas, así que agotados como los niños que diariamente descubren cosas nuevas, nos rendimos y sin pensar en salir a cenar, tomamos algo ligero de nuestras reservas, nos dimos una buena ducha y nos desmayamos en la cama.  

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